Cuentan los que cuentos cuentan, que hubo un lugar extraño con un árbol de durazno que no daba duraznos, solo brindaba fe y confianza. No porque fuera algo malo, sino mágico, el durazno se secaba y crecía según los tiempos y los climas. Mientras tanto alrededor se jugaba y se reía, se gritaba y se dormía. Pero más que nada en el día final en la segunda hora del tiempo libre los antiguos niños daban de su sabiduría al pueblo. Pueblo que crecía de día y de tarde en la gran institución de azul y blanco.
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Arbol de Durazno. Tomado de I Falsi di Autore |
Era el narrar en su máxima expresión, obviamente con fuerte entrenamiento y dulce voz. Pero en la institución la razón no era lo más fuerte, lo más fuerte era la dama de hierro, que en su rincón de tecnología y veracidad dirigía a duendecillos con estrictas palabras y un corazón enorme, su nombre era Patricia pero siempre fue Clara. Esta dama fuerte tenía dos hermosos retoños, creativos e inocentes, una de ella tan transparente como su creadora y otra tan curiosa como su madre y hermana. Pero déjenme hablar de Clara.
Claris, Clara, Cleare, la princesa de mirada brillante en medio de la oscuridad. Cursi, si, extraña, también, narradora, la mejor. Pero claro, ella creció con entrenamiento fuerte y voz dulce, la escuchaban tanto como la admiraban. El pueblo aplaudía sus cuentos y los antiguos niños la querían como hija, como hermana, como igual y tal vez como soberana o divinidad.
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Claire. |
La verdad esconde muchas mentiras, las mentiras ocultan la verdad, la realidad muere con los cuentos y los cuentos crecen cada vez que los repites. Hubo historias sin igual, nacimientos de relatos y cuentos que inmortalizaron a grandes líderes, maestras y cuenteras. Leslie, Sandra, Clara, Oscar, German, entre tantos dioses y tantos tiempos que las historia no olvidara.
Clara se graduó, Oscar se siente feliz, Leslie sonríe y todos narran en espacios y tiempos diferentes. El durazno desapareció, pero su magia sigue en ellos.
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