SOÑANDO CON RAFAEL POMBO MIENTRAS RECORDABA A SIMON Y SU GATO BANDIDO.
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Por: Oscar Alemán.
Caminaba
entre las calles de la ciudad la depresión me había comido, hoy era el día
menos indicado, no tenia que comer, no tenia nada que hacer, no quería dormir y
no podía descansar; mis zapatos me dolían y mis pies ya estaban hecho un
desastre, ¿o era al revés? No sabía que podía hacer, no sabia con que terminar
o empezar el día, siempre confundí la noche con el amanecer, pues a las tres de
la mañana la luz de la luna sigue ahí sin huir aun del sol.
No soy un
mendigo, tampoco soy pobre, solo soy un caminante con un vicio extraño y
respetable, soy adicto a caminar, soy adicto a mover mis pies al ritmo de mis
piernas y también soy adicto a observar, pero ese no es un vicio, es mi motivación.
Tras un par
de horas lo vi, estaba en el suelo en medio de un patio baldío, un pequeño
chico con el pantalón destrozado y la camisa sucia, pero extrañamente moldeaba
algo en el lodo, no era un castillo, tampoco una casa, era algo pequeño y
redondo, el placer con que lo hacia me recordó un pasado no muy lejano de
lectura y sonrisa sin parar. Seguí caminando entre las calles de la ciudad, el
amanecer me preocupaba pues la luz seguía molestándome los ojos y la gente aun
me miraba como un indigente, pero antes de llegar a la vía principal estaba un
chico saliendo de su casa corriendo y haciéndole gestos a quien supuse era su
madre, me aleje pues él se acercaba con un puñal escondido en su mano y algo le
pesaba en su bolsillo, de nuevo recordé mi infancia y sonriendo me escondí en
el callejón junto a la panadería.
Caí dormido
sin pensar en nadie mas, el suelo frio aguanto mi peso y mi calor, mientras mi
cabeza aguantando la humedad empezaba a recrear lo alguna vez leí. Escuchaba la
voz de un hombre mayor, hablaba de un chico y vi en el reflejo que niño era yo, e intente
hablar y hasta intente saltar, pero lo que narro el hombre yo lo hacia; decía algo
así “Simón el Bobito llamó al pastelero: "¡A ver los pasteles! ¡Los quiero
probar!" Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo con
que has de pagar. Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: ¡De veras!
no tengo ni unito. A Simón Bobito le gusta el pescado y quiere volverse también
pescador, y pasa las horas sentado, sentado, pescando en el balde de mamá Leonor. Hizo
Simoncito un pastel de nieve y a asar en las brasas hambriento lo echó, pero el
pastelito se deshizo en breve, y apagó las brasas y nada comió.”
Apenas el
hombre calló salte y grite escuchando mi voz, suspire tranquilo hasta que vi de
nuevo mis manos, unas pequeñas garras peludas y de nuevo la voz del hombre me
guio a actuar, sus palabras tenían peso y las mías las describió también, pero
ahora lo disfrutaba, pues reconocía que siempre en esto fui mejor. Así que
levante mi mano y seguí sus palabras un poco mas motivado; Michín dijo a su
mamá: "Voy a volverme Pateta, y el que a impedirlo se meta en el acto morirá. Ya le he robado a papá daga y
pistolas; ya estoy armado y listo; y me voy a robar y matar gente, y nunca más (¡ten presente!) verás
a Michín desde hoy". Yéndose al monte, encontró a un gallo por el camino, y
dijo: "A ver qué tal tino para matar tengo yo". Puesto en facha disparó, retumba el monte al
estallo, Michín maltratase un callo y se chamusca el bigote; pero tronchado el
cogote, cayó de redondo el gallo.”
El sonido del
disparo en ese momento me despertó, pero no era una bala, tampoco era de un
arma, simplemente estaba cerca a un auto que contra el muro se estrello. Me
levante de mi cuna de humedad y frio y seguí caminando, pero sonreía durante la
mañana, pues recordé porque había salido de casa, porque debía volver y
seguramente estaría ahí, mi madre, esperándome por tres meses de camino con un
libro en la mano, la sopa hirviendo en la cocina y asintiendo con su mirada
siempre alerta seguro me dirá: “Se lo dije.”
Y citando al
narrador que apareció en mis sueños: “Y en tanto que su rival va ladrando a carcajadas, con orejas agachadas y con el rabo entre piernas, Michín
llora en voces tiernas todas sus barrabasadas. Recoge su sombrerito, y bajo un
sol que lo abrasa, paso a paso vuelve a casa con aire humilde y contrito. "Confieso mi gran
delito y purgarlo es menester", dice a la madre; "has de ver que
nunca más seré malo, ¡oh mamita! dame palo ¡pero dame qué comer!".
La historia se repite y la fabula se volvió mi
realidad tras un sueño que nunca olvidare. Hoy día del
idioma, hago un homenaje a Rafael Pombo, con las fabulas que mas me enseñaron y
emocionaron, pues la persistencia e inocencia de Simón el Bobito solo puede compararse a la fuerza y la
experiencia que tuvo que vivir Michin El Gato Bandido.